Cartas
Miércoles 10 de julio de 2013
Violación y embarazo
Señor Director:
Nuevamente nos vemos impactados por una situación relacionada con un embarazo, que nos cuestiona sobre la mejor manera de actuar. Ahora es el caso de una niña de 11 años, embarazada por el conviviente de su madre. Todos concordamos que es un embarazo que jamás debió haber ocurrido; todos estaremos de acuerdo que de alguna forma hemos fallado; que una niña que debe desarrollarse en un ambiente de protección y cariño fue violentada física y psicológicamente.
Diferimos en cómo enfrentar esta situación. Algunos piensan que la manera de ayudarla es someterla a un aborto, ya que su condición de menor de edad, por un lado, le condicionaría un riesgo importante de salud y, por otro, la obligaría a gestar un hijo que está fuera de una decisión voluntaria. Otros piensan que dicha acción provoca la muerte de un ser humano indefenso, lo que también sería injusto.
Ambas posiciones buscan proteger bienes importantes que no pueden ser indiferentes para nadie. Sin embargo, en la primera se le desconocen todos los derechos que tiene ese ser humano en gestación, no se le otorga el estatuto de hijo, se le considera absolutamente prescindible y su muerte sería necesaria para aliviar la situación de su niña-madre. Se dirá que la segunda posición no considera los derechos de la niña, imponiéndole una carga que no es capaz de sobrellevar.
Parece poco probable que los partidarios del aborto en esta niña desconozcan la condición de ser humano de ese embrión o feto. Lo más probable es que no vean otra solución para ayudarla. Tampoco es creíble que a los que se oponen a la interrupción del embarazo les sea indiferente el sufrimiento de ella, lo más probable es que sea para ellos impensable atentar contra la vida de un inocente.
Está claro que en este caso existen dos víctimas inocentes, la niña violentada y su hijo. Ambas personas requieren terminar este episodio de la mejor manera posible y ambas requerirán en el futuro de nuestro apoyo para que continúen su vida y aspiren a su mayor plenitud. Parece razonable, entonces, conseguir el mejor equilibrio posible: proteger a la niña, otorgarle los mejores cuidados médicos y psicológicos, y una vez que se produzca el parto, determinar, buscando el mejor interés para ambos, el mejor ambiente para su desarrollo. ¿Seremos capaces de hacerlo?
Dr. Mauricio Besio Rollero
Director Centro de Bioética
Universidad Católica de Chile
Nuevamente nos vemos impactados por una situación relacionada con un embarazo, que nos cuestiona sobre la mejor manera de actuar. Ahora es el caso de una niña de 11 años, embarazada por el conviviente de su madre. Todos concordamos que es un embarazo que jamás debió haber ocurrido; todos estaremos de acuerdo que de alguna forma hemos fallado; que una niña que debe desarrollarse en un ambiente de protección y cariño fue violentada física y psicológicamente.
Diferimos en cómo enfrentar esta situación. Algunos piensan que la manera de ayudarla es someterla a un aborto, ya que su condición de menor de edad, por un lado, le condicionaría un riesgo importante de salud y, por otro, la obligaría a gestar un hijo que está fuera de una decisión voluntaria. Otros piensan que dicha acción provoca la muerte de un ser humano indefenso, lo que también sería injusto.
Ambas posiciones buscan proteger bienes importantes que no pueden ser indiferentes para nadie. Sin embargo, en la primera se le desconocen todos los derechos que tiene ese ser humano en gestación, no se le otorga el estatuto de hijo, se le considera absolutamente prescindible y su muerte sería necesaria para aliviar la situación de su niña-madre. Se dirá que la segunda posición no considera los derechos de la niña, imponiéndole una carga que no es capaz de sobrellevar.
Parece poco probable que los partidarios del aborto en esta niña desconozcan la condición de ser humano de ese embrión o feto. Lo más probable es que no vean otra solución para ayudarla. Tampoco es creíble que a los que se oponen a la interrupción del embarazo les sea indiferente el sufrimiento de ella, lo más probable es que sea para ellos impensable atentar contra la vida de un inocente.
Está claro que en este caso existen dos víctimas inocentes, la niña violentada y su hijo. Ambas personas requieren terminar este episodio de la mejor manera posible y ambas requerirán en el futuro de nuestro apoyo para que continúen su vida y aspiren a su mayor plenitud. Parece razonable, entonces, conseguir el mejor equilibrio posible: proteger a la niña, otorgarle los mejores cuidados médicos y psicológicos, y una vez que se produzca el parto, determinar, buscando el mejor interés para ambos, el mejor ambiente para su desarrollo. ¿Seremos capaces de hacerlo?
Dr. Mauricio Besio Rollero
Director Centro de Bioética
Universidad Católica de Chile